Vasil Sujornlinski



(1918-1970)
Se le considera  el gran pedagogo del comunismo soviético del siglo XX. Tras haber finalizado sus estudios de magisterio, participó en la Segunda Guerra Mundial, donde su mujer resultó muerta, este hecho marcó su odio hacia el fascismo.
Sujomlinski, en el año 1947, tomó la dirección de la escuela de Pavlísh, en Ucrania. Gracias a él, ésta se hizo famosa y pudo compaginar su actividad docente con la elaboración de su obra pedagógica. Así, transcurren más de veinte años de su vida dedicados plenamente a la infancia.
Desde su escuela, fue capaz de orientar desde una perspectiva personal parte del pensamiento pedagógico soviético.
Sujomlinski no elaboró un libro que resumiera todos sus pensamientos si no que sus ideas se encuentran dispersas entre las páginas de 30 libros y 500 artículos. Éste se basaba en determinadas características de la Escuela Nueva occidental (el paidocentrismo y el idealismo) que las combinaba con los principios de la educación socialista. Puede entenderse el éxito que tuvo su pensamiento porque halló una vía intermedia entre los dos sistemas antitéticos, el individualista burgués de la Escuela Nueva y el hombre nuevo marxista centrado en el grupo y en la comunidad. 

LA ESCUELA DE LA ALEGRÍA LIGADA AL PENSAMIENTO DE SUJOMLINSKI.
La escuela de Sujomlinski recibía esta denominación debido a que la alegría, la felicidad y la libertad se convierten en su base pedagógica.
Su principal preocupación era desarrollar todas las potencialidades del ser humano.
La enseñanza debía basarse en la felicidad y en la alegría infantil porque un niño preocupado o triste no está en condiciones de aprender. Los niños aprendían jugando y paseando en ambientes preparados para ellos. Con sus alumnos construía lo que denominaban “gruta del ensueño” para refugiarse los días de invierno, allí se imaginaban historias, las escribían, las dibujaban y hacían también poesías. 
Los planteamientos educativos que Sujomlinski plantea nos recuerdan a “la casa de la alegría” de los pedagogos renacentistas, sólo que él pretende educar a través de la alegría, la actividad y el juego y no se dedica solamente a los más pequeños, sino también a los adolescentes. También incluye el rigor y la exigencia que es necesaria para que los alumnos adquirieran los conocimientos y las habilidades previstas en su aprendizaje. 
Creó los “campos de tensión” que eran ambientes adecuados de actividad y trabajo. Además, cualquier cosa que se plantease, se podía llevar a la práctica en una atmósfera de alegría en la que no era necesario las órdenes y los mandatos porque los propios niños eran los que estudiaban e investigaban para alcanzar el objetivo propuesto. El niño era feliz con los proyectos que se le presentaban, mientras realizaba los trabajos necesarios y conseguía los objetivos que se proponía.
Como resultado de de estos campos de tensión se creaba un ambiente adecuado para que los niños estudiasen voluntariamente, se dieran cuenta de que era necesario hacerlo y lo hicieran además, de una forma espontánea.
La pedagogía de Sujomlinski defiende la necesidad de desarrollar todas las posibilidades del educando en un ambiente colectivo de trabajo, cuyo planteamiento es obtener objetivos beneficiosos para la comunidad, es decir, para el grupo y su personalismo se consigue gracias al esfuerzo y los estímulos que proceden de él.
El primer paso por parte de la escuela no tenía por escenario las aulas sino la naturaleza. Se recibía a los más pequeños en su primer día de clase conduciéndolos hacia el jardín.
Él trataba de despertar emocionalmente la razón, es decir, quería enseñar al niño a pensar. Pretende despertar la mente infantil, dirigiéndola hacia el sentimiento y dirigir éste directamente a la mente. Su recurso planteado para la realización de esta tarea es acudir a la sensibilidad del niño.

Él admitía que: "La enseñanza de sus alumnos no consistiría en "empollar", sino en sumergirse en esa desbordante vida intelectual que trascurre en el mundo de los juegos, de los cuentos, de la belleza, de la música, de la fantasía, de la creación" 
Las calificaciones en la escuela de Pavlish recompensaban la laboriosidad y no se encargaban de castigar la pereza. Así mismo, evitaba las actividades competitivas que pudieran humillar a los menos capaces y se mostraba partidario de la gimnasia, la emulación de la belleza y la armonía de los movimientos.
Todo el trabajo de Sujomlinski está basado en la fe en el niño, en su capacidad. En su metodología se trata de inculcar en los niños el afán por el estudio, cómo enseñar a trabajar, cómo despertar el deseo de ser una buena persona. 
Otro aspecto fundamental en su pedagogía es inculcar amor a todo tipo de trabajo a través de la teoría de la educación de la laboriosidad. Los alumnos debían dedicarse al trabajo que reportase beneficios pedagógicos en actividades asociadas al pensamiento y a la creación. No se trataba de hacer cualquier trabajo, sino aquellas actividades manuales y mentales que interesaran al alumno y que le permitieran demostrarse a sí mismo que valía.
Sujomlinski pensaba que antes de educar hay que hacer al niño educable sin rendirse ante las dificultades de su aprendizaje y para conseguirlo se basaba en lo que denominaba la educación del sentido de la belleza que se atesora en la naturaleza, en los libros y en los demás. Debido a este planteamiento, empezaba la educación y la enseñanza de los más pequeños incorporándolos a la escuela por el jardín. Para introducir al niño en el mundo de la bondad utilizaba los cuentos y pedía a las madres que también contaran cuentos a sus hijos y tras el cuento venía la lectura de libros escogidos para los que el educador ruso creó la “estancia del pensamiento” que contenía los que consideraba los 300 mejores libros de la biblioteca mundial.

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